miércoles, 24 de marzo de 2010

50 Maneras de ayudar al Planeta

"No son las cosas grandes las que marcarán la diferencia, sino más bien los pequeños pasos que demos cada uno cada día". (Wangari Maathai, Nóbel de la Paz en 2004).
Es nuestra apuesta en esta nueva etapa de vida. Cambiemos el rumbo. Está a nuestro alcance. Cada uno de nosotros, cada periodista tiene en su mano más poder del que se imagina. Con sus pequeñas decisiones diarias -qué compra, dónde, cómo va a trabajar, cómo es su casa, por quién vota, dónde ahorra, qué come...- puede lograr que el planeta se recomponga. Seguramente haya escuchado (probablemente también lo haya pensado): "¿Para qué cambiar nuestros pequeños hábitos de consumo, si quienes realmente ostentan el poder siguen comportándose igual?".
Nos minusvaloramos. Si nosotros exigimos otros productos, otras actitudes, gobiernos y empresas deberán adoptar otros registros. Confianza y Optimismo. Otro Nóbel de la Paz, Martín Luther King: "Si supiera que el mundo se ha de acabar mañana, yo hoy aún plantaría un árbol". No se piden grandes esfuerzos, ni siquiera renunciar a la comodidad. La misma recomendación sirve para las compras que para nuestra vida: rechace el exceso de envoltorios, el empaquetado superfluo; lo único que hace es complicar nuestra bolsa de la basura. He aquí 50 maneras de ayudar al Planeta:
1. Otros bombillos: Cambie los bombillos incandescentes por otros de bajo consumo. Son más caros, pero duran hasta diez veces más, y gastan entre cuatro y cinco veces menos. Éste era el primer consejo de la campaña de promoción de la película Una verdad incómoda, de Al Gore. El Gobierno australiano obligó a comienzos de año a acometer ese cambio en todo el país, toda una revolución de bombillas. En España, cada hogar es responsable de producir hasta cinco toneladas anuales de CO2, principal causante del efecto invernadero. Tenemos que disminuir el consumo de energía. Nuestro comportamiento es decisivo para frenar el cambio climático, que, según los expertos, provocará este siglo un aumento de las temperaturas medias de dos a cuatro grados, una subida de las aguas de los mares de 28 a 43 centímetros y la extinción del 20% de las especies.
2. Demasiada basura: Las bolsas de basura de nuestras casas no paran de engordar. Otro síntoma más de la sociedad de consumo. En 1990, un venezolano generaba una media de 323 kilos de residuos domésticos al año; en 2004, esta cantidad había aumentado a 524 kilos, según estudios del Movimiento Ecológico de Venezuela. Recuerde la triple regla de oro para gestionar bien los residuos: reducir, reutilizar y reciclar. La sociedad avanza en el reciclaje, pero no en las dos primeras opciones. De casi un de kilo de residuos que generamos cada uno al día en casa, casi medio kilo corresponde a envases y envoltorios. Estos materiales son muy voluminosos, y a menudo también superfluos e incluso complicados de reciclar. Debemos evitar comprar productos con exceso de embalaje. Si seguimos esta sencilla regla, nuestras bolsas de basura habrán solucionado buena parte de su sobrepeso.
3. El sol en casa: Las energías renovables se están implantando rápidamente. En los países desarrollados, los paisajes se han llenado de aerogeneradores (en algunas zonas hasta en exceso, con un impacto visual y auditivo sin calibrar). En poco tiempo se instalarán también en plataformas marinas. Y, según las nuevas normas de edificación europea, toda vivienda de nueva construcción debe incorporar unas superficies mínimas de colectores solares. Además, existen subvenciones para instalar placas fotovoltaicas; las compañías eléctricas están obligadas a comprar la energía que se genere con ellas a un precio con incentivo. A pesar de ser nuestro país privilegiado en este sentido, a pesar del extraordinario potencial de sol con que contamos, Venezuela está muy por detrás en instalación de paneles en casas respecto a otros países, como México y Brasil, que soportan muchos más días nublados.
4. Un toldo y buena brisa: Antes de recurrir al aire acondicionado, probemos otras opciones que no requieran energía, como generar corrientes cruzadas de aire en época de sequía. Echemos mano también de toldos, persianas y ventiladores en época de calor. Y vigilemos a qué hora ventilamos las habitaciones. Si al final no son suficientes estas medidas, al menos habremos reducido las necesidades de calor de la situación inicial. Recuerde, además, que las mejoras en el aislamiento de la vivienda permiten obtener ahorros energéticos y económicos de hasta un 30% en aire acondicionado.
5. Desechos tecnológicos: Cuidado con la basura tecnológica; los aparatos electrónicos contienen sustancias peligrosas. Una batería de cadmio del teléfono móvil puede contaminar 600.000 litros de agua. No tire estos residuos a la basura. Llévelos a un punto limpio. Y piense dos veces antes de cambiar de aparato. Para fabricar un computador se han necesitado 240 kilos de combustibles fósiles, 22 kilos de productos químicos y 1.500 litros de agua. Fabricar un teléfono supone generar hasta 75 kilos de residuos contaminantes, aunque luego nos vendan como un gran adelanto su pequeñísimo tamaño.
6. Grifos en buen estado: Ojo con el agua. Revise todos los grifos de la casa. Que no goteen. Una forma de reducir el consumo es colocar difusores de caudal.
7. Vigile las facturas: Compruebe cada mes las facturas de agua y energía para llevar el control del consumo. Es más, propóngase bajarlo. Márquese un reto, un objetivo. Si lo logra, doble satisfacción.
8. De tiendas: Compremos muebles duraderos. Esto no quiere decir que tengan que ser nuevos, también podemos reciclar alguno o acudir a tiendas de segunda mano.
9. Gota a gota: Si tiene jardín, instale riego por goteo. Elabore su propio abono (compost) con los restos orgánicos. Y cuide mucho el uso de plaguicidas y fertilizantes químicos.
10. Cartas sin papel: Pidamos que las facturas y extractos mensuales lleguen a nuestro correo electrónico en lugar de al buzón de cartas de casa. Menos papel que tirar.
11. Conducir menos: La regla más importante para hacer más habitable nuestro entorno urbano: conducir menos. El transporte público en Venezuela consume cuatro veces menos energía, por cada viajero, que el privado, según datos del Instituto Nacional de Transito Terrestre. Los vehículos consumen ahora un 20% menos que hace 20 años, pero aun así, el transporte es responsable en Venezuela de un tercio de las emisiones de CO2 de América del Sur. Los datos cantan: está comprobado que uno de cada diez viajes que se realizan en automóviles en la ciudad es para moverse menos de 500 metros, una distancia que prácticamente todos podemos cubrir saludablemente caminando. Si fuéramos a pie en todos los desplazamientos de menos de dos kilómetros, podríamos ahorrar a Venezuela casi 1.000 millones de litros de combustible al año.
12. Eco-autos: Si nuestra única opción es el automóvil, busquemos uno que consuma lo menos posible. Pensemos en las opciones de modelos a Gas. O en echar al tanque biocarburante. No olvidar que los vehículos más grandes gastan más que los pequeños. Y buena parte de su consumo dependerá también de la persona que esté al volante. Una conducción eficiente puede reducir el gasto de combustible y la emisión de CO2 un 15%. Primera regla: una velocidad moderada y constante.
13. Ciudad mediterránea: Si está buscando casa para alquilar o comprar, estudie seriamente la posibilidad de vivir en el núcleo de la ciudad, preferentemente en un edificio antiguo rehabilitado. Rescatemos el modelo de ciudad colonial, compacto, tan humano, y lo cambiemos por el de urbe extendida, desperdigada, al estilo de las norteamericanas, una sucesión de urbanizaciones en las que resulta difícil establecer relaciones entre vecinos y que nos obligan a depender del vehículo privado.
14. Más zonas verdes: Reclamemos zonas verdes, pequeños pulmones para nuestra ciudad. Cumplen una importante función psicológica. Está probado que en barrios con zonas de esparcimiento verde, los niveles de conflictividad, estrés y depresión de sus vecinos disminuyen. Son una válvula de descongestión. Y exijamos que no se pierda la tradición del jardín con árboles frutales. En vez del uso de césped a diestra y siniestra, costumbre heredada de los húmedos países anglosajones, pidamos plantas autóctonas, que requieren menos riego y más imaginación.
15. Menos ruidosos: Un poco de silencio, por favor. Cuidar el medio ambiente no es sólo por la salud del planeta, sino también por la nuestra, por el equilibrio de todos los seres que habitamos la Tierra. Por eso debemos evitar que nuestro comportamiento en la ciudad sea muy ruidoso. Según el INTT, el 20% de los habitantes del país sufren un nivel de ruido por encima del límite establecido por la OMS como aceptable: 65 decibelios. La contaminación acústica deteriora la calidad de vida de una ciudad y tiene además efectos directos sobre la salud; los más claros: nerviosismo, irritabilidad y estrés. Según encuestas privadas de estudios sociales, el 35% de las quejas por ruido proceden de locales de ocio.
16. Ocio sin consumo: Elija un ocio menos consumista. No deje que la obsesión por comprar le condicione y se convierta en el protagonista de su tiempo libre.
17. Más bicicletas: Muévase en bicicleta, si la orografía, clima y tráfico de su ciudad lo permiten. Y si ve que no es seguro desplazarse sobre dos ruedas, exija a su Municipio canales para bicicleta.
18. Escapes: Avise a la empresa hidráulica de su zona en cuanto detecte un escape de agua en la red de distribución.
19. El brillo de las estrellas: Pida a su Alcaldía que la iluminación de las calles sea eficiente y de bajo consumo, que no despilfarre luz hacia el cielo, que, además, contamina las estrellas.
20. Más participativos: El 60% de la población mundial viven en ciudades. El ritmo de concentración urbana continúa a un ritmo cada vez más acelerado. No adopte una actitud pasiva. Movilícese. La ciudad la hacemos entre todos. Participe en movimientos ecológicos y plataformas vecinales, y tenga en cuenta los compromisos ambientales de verdad cuando vote.
21. La bolsa o la vida: Cuando vayamos de compra, no olvidemos llevar nuestra propia bolsa, cesta o carrito. Las bolsas de plástico suponen un costo ambiental demasiado elevado para utilizarse en un único trayecto del mercado a casa. Pueden tardar cientos de años en descomponerse; en poco más de 25 años de historia se han convertido en una plaga. La Web www.reusablebags.com asegura que cada minuto se fabrica en el mundo cerca de un millón de bolsas de plástico. En Venezuela se estima que se reparten al año 2.500 millones de estas bolsas, lo que equivale a más de 130 por persona. Ahorre al planeta sus 130 usando la cabeza. También puede pedir a su establecimiento habitual que faciliten otro tipo de bolsas reutilizables.
22. Apueste por lo biológico: Apúntese a los alimentos ecológicos, también denominados biológicos o bio. Provienen de una agricultura y una ganadería extensivas que no usan productos químicos sintéticos para aumentar su rendimiento o para luchar contra las plagas. Venezuela goza de una diversidad de productos agrícolas por los cuales no debemos pensar en importar otros. ¿Es que no sabemos apreciarlo nosotros? Apoye el esfuerzo de estos agricultores y ganaderos que han decidido cambiar por el medio ambiente.
23. El vidrio se recicla bien: ¿Vidrio, tetrapak, plástico o lata de aluminio? ¿Cuál escoger cuando un mismo producto se puede encontrar en diferentes envases? "Lo mejor es el cristal", ¿Y después del vidrio? Según dice, el plástico que “no” sea PVC y la lata, resultan más fáciles de reciclar que el tetrapak. "De todas formas, ante la duda, yo cojo el que ofrezca menos envase por más contenido".
24. Un respeto a los peces: En la pescadería, debemos leer la etiqueta identificativa de cada pescado. En ella ha de figurar el tipo de aparejo utilizado en su pesca. Cuanto más selectivo, más sostenible (mejor con anzuelos o palangres que con redes). Y recuerde: "Pezqueñitos, no". La talla mínima de una sardina debe ser de 11 centímetros. Y la del boquerón, de 9 centímetros. Podemos consultar las tallas mínimas en la Web del Ministerio de Agricultura.
25. Menos carnívoros: Para producir un kilo de trigo se necesitan unos 1.000 litros de agua, y para un kilo de arroz, 1.400 litros, según el Consejo Mundial del Agua. En cambio, para un kilo de carne de res se requieren 13.000 litros. ¡Vaya con la carne! Reduzcamos su consumo. No hace falta comer tanta; con dos o tres raciones semanales es suficiente. Con la comida, pensemos ante todo en la salud. También suele ser lo más ecológico. Hagamos caso a los expertos en nutrición y sigamos una dieta equilibrada con mucha fruta y verdura.
26. Cercanías: Compre productos locales, ya que para llegar hasta el mostrador del mercado habrán requerido menores desplazamientos y, por tanto, menos gasto energético.
27. Agua del grifo: Piense bien si merece la pena comprar agua embotellada cuando se puede beber la del grifo con filtros de piedra o del tipo ozonificada. Incrementa el gasto en energía y creará un futuro residuo.
28. Sin bandeja: Compre alimentos naturales a granel siempre que sea posible. Reducirá envoltorios y ganará calidad. Evite llevarse a casa esas bandejas blancas cada vez más habituales en el súper.
29. Alerta: transgénicos: Uno de los enemigos número uno de los ecologistas son los transgénicos. Recomiendan no consumirlos porque, dicen, todavía faltan pruebas que demuestren su inocuidad para la salud y el medio ambiente. Su presencia debe ir notificada en la etiqueta del producto.
30. El pequeño comercio: Evitemos ir en carro a un centro comercial lejano si podemos realizar la compra caminando sin salir de la zona donde vive. Apoye el pequeño comercio, savia del modelo de ciudad sustentable.
31. Más sobriedad: Apueste por la vida simple, consuma menos, piense más. El economista E. F. Schumacher terminó sus días como agricultor y escribió el libro-filosofía “Lo pequeño es bello”. Toda una filosofía de vida. Según la OMS sobre Adicción al Consumo, el 15% de la población es adicta al consumo y un 46% de la juventud compra en exceso. Pensemos un poco: los países desarrollados (un 20% de la población) emplean el 80% de los recursos naturales. Si todos los habitantes del planeta consumieran a ese ritmo, la Tierra quedaría agotada en poco tiempo. Antes de comprar una nueva prenda, un nuevo aparato, piense si realmente es necesario. Detrás de cada objeto, por simple que sea, hay un consumo de energía, una generación de residuos, un gasto de agua.
32. Piense en lo que tira: El escritor mexicano y premio Nóbel Octavio Paz se mostraba muy crítico: "Después de haber caído en la idolatría de los sistemas ideológicos, el siglo XX terminó en la adoración de las cosas". Antes de comprar, reutilice. Y en nuestro siglo XXI debemos poner en práctica un poco de imaginación y podemos ahorrarle muchos disgustos a la Tierra (y al bolsillo). Un cartón de huevos puede reciclarse como un juguete para los niños o para forrar estudios de grabación; una botella bonita de vidrio; las medias se pueden convertir en muñecos de trapo; con restos de telas se pueden hacer colchas o mantas para el sofá. Hay cientos de ideas. Y no queda sombrío; todo lo contrario, le da un punto original a nuestra casa, una decoración comprometida con el planeta.
33. Límites a la 'fast-fashion': Somos muy críticos con la fast-food; pues lo mismo debemos hacer con la fast-fashion (moda rápida), prendas de usar y tirar que apenas duran una temporada. Eso, desde el punto de vista ecológico, resulta una aberración. Déles una segunda oportunidad a las cosas. Acuda a comercios donde se vende ropa de segunda mano. Ayude a que todos estos objetos tengan una nueva vida frente al impulso despilfarrador de acortar cada vez más su vida con lemas como "está pasado de moda" o "redecora tu vida".
34. Más madera sostenible: La madera es un producto muy ecológico, pero cuando lleva el nombre exótico de alguna especie tropical puede haber salido de la deforestación de las últimas selvas vírgenes del planeta. Para estar seguros de que el producto que queremos comprar procede de una explotación sostenible, lo mejor es pedir madera certificada. Si exigimos este distintivo en todas las tiendas, ayudaremos a que se vaya generalizando.
35. Comercio justo: Cuando compra algo, ¿piensa de dónde viene? Granito de arena a granito de arena, pequeña decisión a pequeña decisión, el consumidor puede influir mucho en lo que se produce y cómo se produce (Logística Inversa). Hemos de tomar conciencia de que nuestras acciones, por insignificantes que nos parezcan, tienen consecuencias ambientales, sociales y económicas. Una recomendación: acudir a las tiendas de comercio justo que han abierto diversas ONG’s. Hay cientos, con el aval de organismos como UNICEF.
36. Papel reciclado: En la papelería, compre productos (carpetas, libretas, cuadernos, folios) elaborados con papel reciclado y sin blanquear con cloro.
37. Bancos con iniciativa: A la hora de ahorrar, acuda a aquellos bancos que sepa que invierten una parte de sus beneficios en promover iniciativas sociales y ambientales.
38. La dignidad del trabajo: Ayude a mantener lo hecho con calidad y dignidad. Evite las producciones industriales masivas en fábricas de países donde no tenga claro que respetan a los trabajadores.
39. Juguetes y tiempo: No sature a los niños regalándoles juguetes que no van a apreciar. Valoran más otras cosas: que los mayores les dediquen más tiempo o les enseñen a fabricarse sus propios entretenimientos usando la imaginación.
40. Infórmese: Lea prensa, siga la actualidad, interésese por el mundo. Un consumidor informado es un consumidor responsable. Así sabrá qué empresas son más insostenibles.
41. Un habitante, una semilla: En el siglo XX, los 5.000 millones de hectáreas cubiertas de bosques se redujeron a menos de 4.000 millones, según el Banco Mundial. Plante un árbol. Y mejor de una especie autóctona. Aparte de la satisfacción de asistir a su crecimiento y mejorar el paisaje en un país con tanta tendencia a la desertificación como Venezuela, hay un dato fundamental para frenar el cambio climático: por término medio, un solo árbol absorbe una tonelada de dióxido de carbono a lo largo de su vida.
42. Cuidado con el fuego: Muy importante: evitar los incendios forestales. En la última década, la media de superficie forestal calcinada en Venezuela ha sido de 8.000 hectáreas por año. En el 73% de los fuegos influye -por intención, imprudencia o negligencia- la mano humana. Debemos ser muy cuidadosos en nuestras estadías en el campo: no encienda fuego en el campo, ni para quemar rastrojos ni pastos, ni para fogatas. En la época de alto riesgo, meses de sequía, mejor no hacerlo ni en los sitios habilitados para ello; cualquier chispa puede acabar en un desastre. No arroje al suelo fósforos ni colillas, ni ningún objeto en combustión, ni papeles, plásticos, vidrios o cualquier otro residuo susceptible de entrar en combustión y originar un fuego.
43. Sin motores: Por las zonas rurales y los parajes naturales intente usar lo menos posible los vehículos de motor, que rompen la calma que tanto nos gusta, ahuyentan a los animales, trastornan la tranquilidad de los habitantes de los pueblos y, en los caminos forestales, erosionan gravemente el suelo. Circular con el todo-terreno por todos los rincones es más depredador que aventurero; desgraciadamente tan de moda. Infinitamente mejor es ir en bicicleta, a caballo, en burro o caminando.
44. Mejor rehabilitar: Si busca una casa en el campo, es mejor que elija la rehabilitación de una antigua edificación de pueblo que las nuevas construcciones de urbanizaciones. Es posible que sea más engorroso y quizá hasta más caro, pero la opción de la casa típica tiene más encanto, al final la haremos más nuestra, y evitaremos los desarrollos urbanísticos indefinidos que tanto están agrediendo nuestros paisajes. Esto mismo se puede aplicar a las costas. Es mejor optar por lo ya construido que invadir más zonas naturales.
45. Denuncie los atropellos: Denuncie a INPARQUES, a la Guardería Ambiental de la Guardia Nacional los atentados que contemple contra el medio natural; desde alguna instalación que está contaminando un río o un arroyo hasta la quema de rastrojos o neumáticos, o vertederos incontrolados, o el uso de venenos, que siguen haciendo estragos en el campo venezolano, y alambradas ilegales. Denuncie también todos aquellos proyectos urbanísticos ilegales que sólo buscan el enriquecimiento rápido de unos pocos a costa de maltratar el paisaje natural. No se instale en la comodidad mirando hacia otro lado.
46. Menos exploradores: Respete las normas de cada espacio natural en todo lo relativo a zonas de acampada y de escalada. Muévase por estos espacios sin salirse de las rutas habilitadas.
47. De pueblo en pueblo: El turismo rural es una magnífica manera de contribuir a las modestas economías de la gente que vive en el campo y de ayudar a fijar población en los pequeños pueblos.
48. El 'souvenir': Una forma maravillosa de contactar con la naturaleza y encariñarse con ella es fotografiarla. Una afición entretenida.
49. Cuestión de flores: A la hora de recoger flores, no hay que arrancarlas, sino cortarlas con una navaja por el tronco. Además, lleve una cesta en lugar de una bolsa de plástico para dejar que las esporas vayan desperdigándose.
50. El lenguaje natural: El mundo natural es un libro que hay que saber leer. Podemos dotarnos de guías que nos enseñen los nombres de aves, árboles, plantas, insectos, fenómenos geológicos…
"Debemos vivir con sencillez para que otros, sencillamente, puedan vivir”

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