miércoles, 17 de noviembre de 2010

El imperio del miedo

Por Juan Eliécer Ramírez
El miedo constituye una emoción muy valiosa cuando nos protege de una amenaza real, pero podría paralizarnos sin un buen motivo. Ante el imperio del miedo que algunos quieren imponernos, debemos enfrentarlos con nuestro característico buen humor. Un buen ejemplo de esto podemos apreciarlo en la película del cineasta italiano Roberto Benigni, La vida es bella, la cual nos muestra un personaje de origen judío en un campo de concentración nazi haciéndole creer a su hijo que todo eso aparentemente terrible se trata, en realidad, de un juego muy divertido cuyo objetivo es seguir todas las reglas para ganar puntos y conseguir un tanque, ¿la recuerdan?
Los venezolanos hacemos gala de un excelente buen humor, capaz de derrotar cualquier pretensión de borrarnos la sonrisa del rostro, a pesar de las más duras y difíciles circunstancias. No habrá posibilidad alguna de instaurar en Venezuela un régimen de miedo, donde impere el silencio, en donde reine el terror, en virtud de nuestro espíritu irreverente, guachafitoso y libertario. Ante la amenaza de las armas, aviones, tanques y submarinos, nuestra más estruendosa y ridiculizante carcajada. Ante las cadenas insultantes y amedredentadoras, el dicho que nunca pasa de moda: “no hay mal que dure doce años…” o “al mal tiempo…”. Ante la amenaza de borrarnos del mapa, nuestra más solemne pita y la señal de costumbre. No podrán establecer su revolución del miedo ante nuestra disposición de rescatar la alegría de vivir en un país libre de tiranos, corruptos y mercenarios.
Apreciado(a) lector(a), existen miedos de todos los colores; racionales e irracionales, justificados e injustificados. De hecho, el miedo es libre. La mejor estrategia para afrontarlos y derrotarlos es usar nuestro sentido del buen humor. ¿Huir? ¡Nunca!, mejor reír.
Si la soberanía e independencia de Venezuela reside intransferiblemente en nosotros, entonces ¿quien contra nosotros?, todo depende de nuestra actitud, la capacidad de reír, llorar, amar u odiar está dentro de nosotros. Venezuela será como nosotros queramos y no como otros quieran imponérnosla, ¿estamos acaso obligados(as) a tener un(a) Presidente(a), gobernador(a) o Alcaldes(as) que no les duela nuestro terruño? En el caso de Portuguesa, ¿no es más bien oportuno y positivo elegir a un gobernador que, además de dolerle esta noble tierra, no le tenga miedo al Presidente de exigirle lo que nos corresponde por derecho? Si yo fuera Presidente, preferiría tener gobernadores adversos a mi corriente política y no adulantes, pues eso generaría una doble obligación de trabajar por el interés nacional a la par que disminuiría la corrupción. En contraste con el buen humor del que veníamos hablando, en el otrora oscuro pasado, nuestra ex gobernadora tuvo una ocurrencia, que en otra circunstancia pudo haber sido considerada como humor negro, pero que por la carcajada en cadena que produjo en la gran mayoría de portugueseños, tal vez podamos considerarla como el chiste del siglo XXI, se trata de su ingenuo asomo reeleccionista, que de haberse materializado hubiese sido como el tiro de gracia a un moribundo con las manos y pies amarrados. Creo que Portuguesa tiene derecho a sonreírle a un futuro prometedor, digno de quien otrora fuera el granero de Venezuela. Sabíamos que al actual gobernador le quedaría muy grande el cargo, por eso ni si quiera vale la pena mencionarlo. La historia que es cíclica, nos sonríe, la providencia nos inspira con la sabiduría y la paciencia necesarias para saber la inminencia de la oportunidad. Solo es cuestión de fe y esperanza, así como de organización y coraje para derrotar el imperio del miedo e inaugurar el imperio de la alegría. elieceramirez@yahoo.com.

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